lo pide el campo que sueña,
con ese alegre trinar
que lleva de quien se adueña. (*alv)
¡Oh, mi fulgor de estrella,
noche de luna abrumada;
de insomnios y duermevela
sin despertares al alba!
No hay veranos sin cigarras
y avecillas volanderas,
hay cantos entre la niebla
y flores de enredaderas.
Ondulando por los montes
donde los duendes descansan;
hay tapices de amapolas
y van las hadas descalzas.
¡Tú, agua de mi rocío
para mi sed de caminos,
quién pudiese acariciarte
por mi tiempo atardecido!
Piensa en mí cuando no esté,
llora amor por los luceros,
los que te aguardan en noches
buscando un nido en el cielo.
Y cuando me puedas ver,
desmadejada de azules,
es que se llevan mis versos
los vientos por abedules.