Estáis y se agradece

SON DOS...

El árbol húmedo invadido por el fuego: primero humo, luego crepita; después llama; finalmente brasa".
(San Juan de la Cruz)


Son dos, caminan ante la luz crepuscular de sus días con la esperanza echada por los hombros, con la inquietud puesta en sus manos sin tocarse... Como dos coincidencias del tiempo, se lanzan furtivas miradas e intercambian su sonrisa, con la complicidad de saberse llenas del mismo amor que las une. Pletóricas de volverse a ver en el mundo de los vivos, se reconocen como dos gotas de rocío deslizándose sobre la suave superficie de las hojas, hasta fundirse juntas en una sola. Ellas son dos almas gemelas.

Fueron y serán siempre las mismas y por eso nunca se extrañan cuando vuelven a verse. Soñaron y sueñan derritiéndose en el hielo de incomprensiones y desencantos, para fundirse siempre, pase lo que pase, en una sola gota de agua. Incisiones dolorosas que sólo un amor inmenso puede llenarlas, transformando sus vidas en ese arduo camino del pensamiento, como pedregales punzantes; donde la rusticidad del terreno hace más lento su tiempo, más pesados sus cuerpos y cuando avanzan por el mundo, al volverse a ver, decaen sus fuerzas; sólo la fe es el motivo que aguardan colocándose 'su abrigo de reserva' para arropar sus sentimientos, la fe en la eternidad.
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Son ellas... Se percibieron milagrosamente y su filosofía de la vida es casi idéntica. Nunca se sorprenden al escucharse, sentirse, leerse y menos al verse. A ellas gustaba dialogar bajo la estrecha franja que les regalaba un tiempo egoísta empeñado en sus asuntos, los de cada cual en ese mundo ocupado, donde la responsabilidad individual es como un giro de la tuerca ajena al objetivo espiritual de la vida, pero conseguían tiempo para sí; allí mordían la manzana epicúrea y fiaban unos minutos de placer a sus vidas, al aire de su confianza en eterna armonía. Sin maldiciones a la muerte porque era quien las trasportaba a través de ese... “no tiempo”, para un reencuentro diferente. Se cumplía el juramento de amor en cada vuelta y se burlaban de las Parcas.

Si una sola ráfaga de viento pudiese saber lo que llevaban de milagroso en su morada interior, trepidaría el aire antes de alcanzar su fuerza en movimiento. 

Si una perla encerrada en su concha, supiese de la clepsidra del Universo, la que nos mide en su líquido elemento, los millones de posibilidades que tenemos de volver a encontrarse, haría un pacto de silencio con una brizna de arena dentro de una ostra, encerrándose abrazadas a ella, para obsequiarse el producto de pausada elaboración artesana, como de paciente naturaleza a cada vuelta, convertidas en una perla. Sería tan grande y reluciente como esa sonrisa que se enseña en quienes disfrutan y lucen de su belleza. Comprendería la envidiable necesidad que nos lleva y nos pierde a los que podemos caminar por la vida dentro de los cuerpo, en la esperanza de ser siendo de la hogaza de un pan necesario que acompaña al agua, para calmar su antojo perenne, con la sed que da el Amor que se transforma, junto a las manos que nos depositó en el cálido retorno de otros cuerpos, donde toman las almas su nueva vestidura, sin olvidarse nunca de la otras manos que las envían.
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-Retomo aire de nuevo para abrir mis ojos y las percibo en esta realidad que cuenta los misterios de esas dos almas.

Se desdibuja en el horizonte de nuevo las suaves líneas reverberantes de la lejanía. Y, aún sabiéndose en los cuerpos, temen al aire que no se fía de sus motas de vida esparcidas por el Cosmos, navegando por espacios inconmensurables de tormentas físicas por la luz que las identifica y, encandelilladas, se enseñan al paso en medio de las sombras. 


Veo al ganado que pazca a lo lejos, sin saber que un solo ser humano con su alma, se ocupa de mirar los paisajes interiores para encontrarse con las otras almas que desconoce y percibe...

Ya es hora del halago para escuchar el grillo con su lira y, la rana croando en su nenúfar alegrando a la flora. Y, en lontananza la tarde enardecida, florece en azules como gemas en las pupilas que se miran en las otras, caminando asustadas ante la penumbra envolvente de los recuerdos que tienden a ocultar lo más maravilloso del ser vivo: la luz del pensamiento. Brillante de la eternidad en los ojos de la luna, ámbar acrisolado de la noche que se nutre del sol y que ve lo que aprisionó su tiempo de esperanzas; iluminado por la magia que suscita la descripción pletórica de dicha, regalo de otros ojos que saben ver lo mismo, con esa inconfundible sensación de sentirse gota fundida en otra, amándose, perteneciéndose y compartiendo emociones bajo la lluvia vaporosa del tiempo como son sus almas.

La clepsidra no mide el tiempo de la vida, sólo su palpitar en ella y en los corazones que saben esperar... su cometido.
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En el crepúsculo se han quedado apacibles los pastizales y, el ganado, se recoge bajo los viejos y rojos robles del valle. Una gaita se escucha en la hondonada donde el río se desliza presuroso, por entre los pequeños meandros del empedrado terreno de las agüeras, haciéndole quites a los salientes de granito y requiebros a las rocas, por donde busca humedecer de vida y a su la naturaleza sedienta; coqueteando con la desnudez del monte, rodando en un ritmo visible va el presuroso arroyuelo con la música del bosque... Ellas son dos gotas de agua que se reconocen y seguirán amándose.


Elisa en: "Don Anselmo"
30.10. 

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La vida no tiene paisajes oscuros o vacíos, toda ella es luz, color y movimiento; si miramos con los ojos del alma será siempre amor y poesía. (Ranitazul-06)
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Las ranas saben, los hombres piensan, el aire lleva, los sueños quedan; mas un silencio todo lo encierra. 

(Elisa Lattke-09) 
 


Miembro de CiÑE (Círculo independiente Ñ de escritores, www.circuloindependiente.net)