Hermano...

Hermano: Sé que me habitas
en la hojarasca de mi otoño terminado;
sé que palpitas bajo tierra entre raíces de mi viejo árbol
y el jolgorio de los pájaros.

Que la vida pasa andando muy despacio para algunos,
pero también pasa a prisa para otros;
que limita y entorpece, frena o enmudece
dejándonos sentir su látigo en el alma.
Poniendo límites al corazón y sus jornadas
cuando el mundo se queda muy estrecho.
No así la dimensión del Yo que nos alberga!

Hoy, que me vuelvo a sumergir en mí,
me he fijado que estabas sonriéndome,
que esperabas sentado al borde del camino
y, en ese interior de reflexiones,
también llorabas por el tiempo ido;
un tiempo que nos pertenecía
pero se nos queda en el fondo del cerebro...


Un tiempo que nunca vuelve de vacío
cuando nos tenemos,
siendo del aire que respiramos,
susurro envuelto en las aromas
que ataron nuestros lazos de nostalgia.

Hoy las aves volaron hacia otro Norte,
pero mi corazón mirará un cercano sur
cuando me vuelvo.
Era tanto el rumor que traía la brisa por el monte
que quedé sorprendida por tus pensamientos,
y tuve que ser de agua
deslizándose en tus lágrimas.


A. Elisa Lattke V.
Sollefteå (Suec.) 17-sept/09