Pensaba, que el entendimiento está al servicio de cada ser que lo percibe según su educación, cultura y experiencia de vida. Y como lo entienda, lo divulga o escribe.
Y, aún así, no podemos juzgar con exactitud la capacidad espiritual y el conocimiento individual de nuestros semejantes y hacer comparaciones, si antes, no damos un repaso a esta aventura nuestra en que la propia existencia nos convierte, por ser viajeros de una realidad individual y en solitario, en nuestro pequeño universo interior, aunque insistan en señalar otros caminos o, unirse al halago que nos ofrece el mundo.
Somos como un atadillo de cosas amadas o necesarias, envueltas en un pedazo de tela llevado sobre los hombros atadas a un palo: es como único equipaje y sostén para ir mudando por el camino. Me lo trae de recuerdo las viejas viñetas de humor.
Somos también parte de esa "Soledad acompañada" de la que se habla, pero debemos intuir al acompañante.
Hay siempre un principio y un fin en nosotros, pero nunca debemos apurar el final, porque este siempre se descubre solo.
También descubrimos nuestro universo interior, el que nos regala infinidad de sistemas interconectados, para sostener la vida y nutrirnos por necesidad, como "seres orgánicos y caducos que somos". Pero también para elevarnos por encima de nuestras limitaciones físicas, existe el espíritu y este es eterno.
Todo está hecho así de perfecto para meditar con inteligencia, pero también para iluminarnos al pensar sobre lo que nos inspira la Vida, salvando nuestra Esencia o Energía.
"El préstamo divino"...-lo llamaba mi madre. O sea: el ropaje del alma y el espíritu.
Reflexionar, pensar o discutir con nuestro 'yo', es a veces necesario y una humilde entrega y gran terapia personal, y es la que nos descubre frágiles ante la inmensidad que nos rodea o, superiores a ella, ¿porqué no? Incluso, necesarios para nuestra propia vida y la de otros; también útiles ante los pasos que nos faltan por dar y aprender o hacer por esos otros algo más, para saber darnos también algo mejor en esta realidad discutible pero maravillosa que es la existencia propia.
Miren:
¡No hay soledad, si Dios no está lejos de nosotros!
Hay compañía. Nos completamos. Pero solemos negar la mano que se acerca a la nuestra en ocasiones o el abrazo y más, la palabra con su consejo u otra lectura diferente que nos abre otros caminos o ideas. Y porque nos creemos que lo sabemos todo, lo negamos o dejamos de leer y que no nos aconsejen o no nos recuerden dónde fallamos. Y, hasta pasa, que dejamos de leer más para que nadie nos recuerde lo que ignoramos o un buen escritor de los grandes y conocido, para que nada influya sobre nosotros; como si lo supiéramos todo (!)
Incluso el mismo diálogo sordo que nos damos o provocamos en nosotros, tiene respuestas que no queremos escuchar.
El "ser o no ser..." Implica soberbia ante lo exiguo del ser que lo piensa. Puede ser una disyuntiva o una duda, pero no es así. ¡Es la falta de Dios que nos acompaña siempre, aunque pensemos en Él!
No sé si me explico...
Los años me han enseñado a ver las respuestas en cada escollo, tropezón, sinsabores, negación, silencios, carencias significativas por la falta de sensibilidad ajena; incomprensiones que no se justifican, como tampoco los desprecios y las críticas mordaces o, las figuraciones muchas veces regaladas para hacer daño; pero de ello se aprende y aprendí y sigo aprendiendo, lo que es "la vaina de vivir entre quienes no nos entienden"-Mi madre me lo decía para que recordase el consejo, sin que me hiciese daño.
Pero siempre y sobre todo, se aprende del dolor físico y moral que da las mejores lecciones y el aprecio por lo que aún se tiene y tengo a mi lado y conmigo y guardo dentro de mí con dignidad: valores éticos y morales
Pero no por saber que soy lo que creo que me enorgullece o que aprendí por la vida o, por tener más de ochenta años, pienso, que llegue a llenar mi vida como deseo, aunque sea antes de bajar el último escalón o subirlo, que nunca sabrás adónde te lleva aún la existencia.
¡Es que me queda mucho por saber y hay vacíos que sólo Dios sabe llenarlos!
Aún debo hacer más, cumplir promesas, soñar, esperar con paciencia y aprender a comprender por lo que no me pasa a mí y sobre todo, llorar, sí, llorar; pero moviendo mi pequeña humanidad sin frenar mis pasos y pidiendo a Dios esa iluminación tan necesaria, para no fallar a los míos y menos a quiénes aún confían en mí. Pues de mi honesta realidad, aún percibo la grandeza espiritual que me legaron mis ancestros y sobre todo el corazón de mi madre y mi abuela.
Mi Madre: Rosa Valencia Mosquera

Me hubiese gustado pasar por todo lo que ellas pasaron con entereza y espíritu de lucha y seguir siendo tan humildes y llenas de Fe en Dios, como ellas, mujeres de otro tiempo muy duro pero maravillosas, porque lo fueron como hijas, esposas, madres y abuelas.
Australia Elisa Lattke Valencia ("ranita Azul")

¡Sí, a ti te lo digo para que lo recuerdes!